Título: Musicoterapia del Corazón Directora: Elena Benigni Nacionalidad: Italia, 2014
Personajes: Rasmus Berghausen; Elena Benigni; Claudio Vinicius Froes Fialho y muchos otros Corazones.
Sinopsis: Desde que escucho corazones que tocan su propia musica, veo claramente que es el alma la que cuida el cuerpo, el sonido que da la forma y el Amor lo único que existe.
Le toca el turno a María Miret, periodista, que nos envía algunas reflexiones sobre las etiquetas fáciles, la escasa profundización en el mundo del paciente y la falta de imaginación que a veces nos impipde ver otra salida que los medicamentos
Me alarma la cantidad de casos que conozco últimamente de personas a las que su médico de familia receta pastillas. Me refiero a gente joven, sin graves problemas en la vida más que la habitual ansiedad por sobrecarga de trabajo, dificultad para compatibilizar las responsabilidades familiares con las laborales, angustia en definitiva propia de los tiempos que nos ha tocado vivir. Lo que me preocupa no es que se prescriban medicamentos cuando son necesarios, obviamente.
No pongo en duda la idoneidad de la medicación en casos que los profesionales consideren indispensables. Lo que pongo en duda es que, para cuestiones vitales como las anteriormente descritas, se dé por sentado que la medicación es la única solución. Me he dedicado a preguntar a todas estas amistades y colegas si además, de los antidepresivos, el médico les había planteado alguna otra alternativa. La respuesta es “no”. Es más, a ninguna de estas personas nadie más que yo les ha hablado de la respiración, de las técnicas de relajación o del yoga. Prácticas como la meditación que pueden ayudar a superar momentos de crisis existencial.
¿Qué las medicinas a veces son necesarias? Sin duda. ¿Que no siempre son el único recurso? Dejo la pregunta abierta. En noviembre 2010 escribía en mi blog “esencia” una entrada bajo el título “Empastilladas en una sociedad que nos anestesia”. En ella citaba el artículo “Mujer y psiquiatría, de la histeria a la depresión”, publicado por Diagonal en su número 135, del 14 al 27 de octubre de 2010, en el que se abordaba “el abuso de los psicofármacos” y la actual “medicalización de los trastornos”. El periódico denunciaba que vivimos en “una sociedad medicalizada” en la que el sistema sanitario “patologiza” los problemas, especialmente de las mujeres. El problema, tal y como explico ahora, no está cuando se trata de una patología que necesita un medicamento, sino cuando hablamos de “una patología que necesita un cambio vital”. Es decir, cuando detrás de una depresión hay una persona que necesita un cambio en su vida.
Tal y como hice en su momento en aquel post, rescato ahora la historia de mi amiga que, después de 8 años trabajando en una empresa como coordinadora de un equipo humano, comenzó a tener crisis de ansiedad detrás de la que se escondía también una crisis vital más profunda: de falta de sentido, de replantearse la vida tal y como la había vivido hasta entonces. El médico de familia la remitió a una psiquiatra que enseguida le dio la baja y le recetó medicamentos. Tras unas semanas de descanso, comenzó a sentirse mejor. Así que la doctora comenzó a sugerirle la idea de volver a trabajar. Mi amiga intentó explicarle que la empresa y su puesto de trabajo en concreto eran la causa de su malestar y que, si volvía, regresaría a sentirse mal. Tenía miedo además de caer en una dependencia con la medicación. La solución que la psiquiatra encontró fue recomendarle que tomara pastillas para ir a trabajar. Ella buscó una terapeuta, negoció el despido con su empresa y dio un giro radical a su carrera y a su vida personal. Resuelta la causa, eliminada la ansiedad..
TITULO: La metamorfosis.
DIRECTOR: J. F. Javier Blanquer Gregori
Nacionalidad. España 2014
Sinopsis
La vida de Romu está prácticamente centrada en la toma de su medicación a la que dedíca prácticamente tres horas al día (desayuno, comida, merienda y cena). Este hábito diario va transformando su ser hasta conventirse en un frasco de pastillas que se coloca en la parte central del comedor de su familia, y sus recuerdos.’
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¿Es verano y no hay noticias para rellenar los tórridos noticieros y programas después de la siesta? no se preocupe, ponga a todo el famoseo global a tirarse un cubo de agua helada por una buena causa y llamémosla «Ice Bucket Challenge» que en inglés las cosas quedan mejor.
Esta campaña nos está haciendo pasar momentos entretenidos al ver a famosos y héroes patrios como nuestro Iniesta, mojarse por esta terrible enfermedad.
Les reconozco que, a fuerza de escarmientos, uno cada vez es más escéptico con este tipo de campañas, y más cuando hace poco (día 07/04/2014) aparecían en prensa noticias con titulares tan «esclarecedores» como este.
«Un fármaco para la epilepsia se muestra prometedor en esclerosis lateral»
Me apuesto una caña (y que conste que me gustaría perder la apuesta) a que, en breve, aparecerá un viejo- nuevo fármaco reeditado a precio de oro, que aporta poco o nada a la evolución de la enfermedad, y que habrá necesitado de esta campaña para ser admitido como animal de compañía en nuestro amado vademecum…
Del 22 al 24 de septiembre, tendrá lugar en el Lazareto de Mahón la Escuela de Salud Pública de Menorca. En él, PoliMedLabs colabora con un curso sobre medicalización de la vida doméstica.
Hemos otorgado 3 becas para la inscripción en el curso, previo consurso de ideas. En las próximas dos semanas daremos a conocer los trabajos seleccionados.
El primero es de María Pilar Arroyo, médico de familia de Navarra. Se titula «Quiero que sepas», y es una reflexión, desde la práctica clínica, sobre la idea predominante de que lo que los pacientes quieren es que se les mande medicamentos para sus problemas.
Se suele hablar de medicalización cuando con medicinas abordamos problemas y situaciones que antes no constaban bajo el concepto de enfermedad y se hacen susceptibles de abordaje farmacológico. Los medios generalizan informaciones que la sociedad incorpora y crea opinión en aras de fomentar el uso de fármacos para prevenirlos o tratarlos… y los profesionales corremos el riesgo de asumirlo.
Por otro lado, en mi experiencia y creo también entre los compañeros, es habitual la solicitud de familiares, amigos, próximos en general… de ayuda, de apoyo y puesta en común con su médico de familia de problemas que afectan a otros que les rodean y quieren.
Así, Tomás me abordó al salir de su casa, tras visitar a su madre anciana, para comentar que su hermano Adolfo no estaba bien. Que se despertaba con frecuencia en la noche y estaba perdiendo peso, que sufría mucha presión en el trabajo y yo debía de saberlo por si él no lo comentaba. Algo había que hacer. Reforcé la importancia de que él estuviese al tanto y quedé a la espera de que viniese a consulta.
Ángela, muy enferma, se me acercó en el pasillo del Centro de Salud a hablar de lo apesadumbrado y bajo de ánimo que veía a Félix, su marido. Estaba preocupada y pensaba que debía venir a verme y sería bueno darle algo…Cuando yo ya sabía del tema y del mal que le corroe por dentro: acompañar el proceso final de ella, de su pareja, tras cuarenta años juntos. Recogí su preocupación y acordé estar al tanto en las próximas consultas.
Vicente me lanzó desde la puerta de la consulta, según entraba otro paciente, que el traumatólogo había encontrado roto un menisco a su esposa y que le iban a operar de la rodilla tras el verano…”Para que lo sepas” (… dado el global de problemas que afectan a la familia, pensé). Asentí y expresé que quedaba informada para lo que fuera surgiendo.
Aurora miraba al suelo cuando nos cruzamos y, a mi saludo, se quedó quieta y comentó: “¿Ya sabes cómo está Lorenzo?, no le darán más tratamiento”…La respuesta sobre mi seguimiento a través del ordenador e historia informatizada, la serenó…respondía a la continuidad que demandaba.
Me pregunto, en cada uno de los casos existía una demanda ¿de fármacos? Compartir el problema (ese “vaciado”) ¿no forma parte de la terapia? y, desde allí, ver de afrontarlo con el profesional de referencia. ¿Condiciona siempre un tratamiento añadido? En nuestra mano: escuchar, acompañar, ampliar el horizonte, reforzar lo que ya funciona, manejar la incertidumbre, dar otro enfoque al problema, reconsiderar creencias y expectativas,…
Indicar un fármaco no parece ser siempre esa primera opción, la elección está en nuestra mano. Tú decides..
«Mi paciencia da sus frutos. Sufro menos, y la vida se vuelve casi dulce. No me enojo ya con los médicos; sus tontos remedios me han condenado, pero nosotros tenemos la culpa de su presunción y su hipócrita pedantería; mentirían menos si no tuviéramos tanto miedo de sufrir.» Memorias de Adriano
Marguerite Yourcenar
[Lectura en dos fases basada en un caso real de esta misma mañana en un consultorio de atención primaria]
Primera lectura: de cómo el marketing farmacéutico puede concebir unos esquemas mentales que condicionan nuestras expectativas e incluso la forma de llevar una consulta médica.
Felisa y Fortunato tienen sesentaytantos. Como siempre, ella es la que toma la iniciativa en temas de salud.
Felisa: ¿Puede ser normal que a mi marido le entren ganas si luego no puede?
Yo: Y tanto. Una cosa es el deseo sexual y otra la potencia o el grado de erección.
Felisa: ¿Y eso tiene solución? Porque es un problema…
Yo: Y tanto… Lo es para usted. ¿Y para usted, Fortunato?
(Fortunato asiente, sonriendo, pero callado)
Yo: Hombre, pues solución solución… ¿Se refiere a tomar fármacos?
Felisa: Sí, que le mandara usted algo, ya sabe.
Yo: Bueno, siempre podemos recurrir a la viagra y similares.
(Felisa aparta la mirada. Carraspea. Me vuelve a mirar, esta vez sonrojada)
Felisa: Veo que no me ha entendido. ¡Así no haríamos sino empeorar la situación! Yo más bien me refería a algo para quitarle las ganas…
Segunda lectura. De cómo a uno se le puede ir la pinza y proponer añadir un fármaco de forma retorcida para quitar los efectos adversos de otro fármaco.
Ante la demanda de Felisa, lo primero que se me ocurre es ponerle un antidepresivo. Muchos de ellos tienen como efectos adversos disminuir el apetito sexual. Pero Fortunato no tiene depresión…
No es la mejor salida, lo sé, pero no encontraba en ese momento otra. Hasta que caí en la cuenta que Fortunato tiene enfermedad de Parkinson. Repasé los medicamentos que estaba tomando (Carbidopa, Entacapona, Levodopa y Pramipexol), miré en la ficha técnica, y todos ellos pueden producir aumento de la líbido y trastornos del control del impulso sexual.
Ahora mismo tiene que estar volando en dirección al hospital un volante solicitando opinión al neurólogo para ver si podemos hacer algo por cambiar la medicación de Fortunato y evitarle estos trastornos.
Y así, de paso, conseguimos que Felisa no se sienta tan mal por no seguir los impetuosos deseos de su marido..