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¿CÓMO PUEDE SER QUE UNA CAMPAÑA DE PROMOCIÓN DE ENFERMEDADES SURTA EFECTO?

Llevas una mala racha. El bronco jefe, siempre amenazante con el despido, el agotador ritmo de una ciudad que no tiene límites, los problemas con el ruidoso vecindario que te desvelan. En el trabajo no rindes, no tienes ánimo ni de tomarte unas cervezas con los amigos, y cualquier excusa es buena para no irte con Irene a la cama.

Harto de esta situación, vas a tu médico de confianza. Pero éste te manda, sin más a un urólogo de pago.  Mientras esperas, te ves leyendo unos panfletos que algún comercial fue dejando.

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Te preguntas: ¿Es realmente eso lo que te pasa? ¿Tienes “la crisis de los cuarenta”? Y si ante esa crisis a algunos le da por comprarse una moto, ¿porqué a tí te ha dado por ir al urólogo? ¿Será malo lo mío? ¿Qué es lo que lo causa?

El culpable lo señalan por todos los lados: los periódicos, los expertos… hasta tus humoristas de cabecera. Es la falta de testosterona. Miras en la red. Haces un test, que no sale alto, y piensas qué chorrada, cualquiera puede tener algún síntoma de éstos alguna vez y qué quiere decir eso. Sin embargo, el test te recomienda te hagas la prueba que te ha mandado el especialista, y tú te la haces. Y da la testosterona un poco baja. Y el urólogo, como no, te manda unas friegas con este gel:

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Piensas que si el problema se soluciona así, como quien se pone unas gafas o se echa un desodorante, que no puede ser tan malo. Bueno, lo vas a intentar… Y sin saberlo, eres otra víctima más de una sutil campaña de promoción de una no-enfermedad. ¿Es un consuelo el que cada vez haya más gente que caiga en el engaño?

 

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