4 agosto, 2013
El pasado 28 de noviembre participé en una conversación de ética aplicada sobre sexualidad y diversidad funcional. Se trataba de seguir, con profesionales del trabajo social, psicología, educación social, medicina, enfermería, docentes, maestros, investigadores y estudiantes, el proceso de análisis y deliberación sobre el borrador del documento “Diversidad funcional, afectividad y sexualidad: Algunas cuestiones éticas que plantean las relaciones afectivas y sexuales de las personas con diversidad funcional con necesidades de apoyo extenso o generalizado que viven en residencias “elaborado por el Grupo de reflexión ética aplicada del Consorcio de Servicios Sociales de Barcelona.
Fue un debate intenso y rico, y hoy quería compartir aquí algunas cuestiones que me planteé:
- El borrador apunta hacia un documento valiente, muy innovador y con capacidad de estimular el debate púbico sobre la sexualidad en las residencias
- Es necesario ampliar, profundizar y sistematizar la hasta ahora escasa participación directa en el debate de las personas con diversidad funcional. Nada sobre nosotros sin nosotros
- A pesar de las buenas intenciones, pervive un cierto paternalismo (papel de la familia), algún tic institucional (papel de los profesionales) y una sutil naturalización de la asexualidad (no se identifica como problema el más grave: la falta de demanda de vida sexual, sólo parece problemática la gestión de la demanda)
- La sexualidad no es “la guinda de un proceso de rehabilitación”, es el motor más potente de crecimiento personal, desarrollo de la propia personalidad y de las relaciones sociales. Como tal, debería ser central y no secundaria en la valoración y evaluación de los apoyos sociales para las personas con diversidad funcional.
- El texto rezuma un constante “querer y no poder” Pese a proclamar que la residencia debe ser “como el propio hogar del usuario” lo cierto es que la institución colectiviza la intimidad y la cotidianidad, y esto genera una tensión que-si bien se puede mejorar- es irresoluble. Me hizo pensar en la primera escena de “Bailo por dentro“
- En la misma línea del punto anterior, la figura de la incapacitación jurídica choca con las buenas intenciones y hace patente la necesidad de transitar de este sistema de sustitución de la voluntad hacia otro de apoyo a la toma de decisiones
- Más allá del “qué podemos hacer por la sexualidad de las personas con diversidad funcional” hay que enfocar también la cuestión en la dirección contraria: ¿qué puede aportar la realidad de la diversidad funcional a la reflexión sobre la sexualidad humana en general
Y con todas estas reflexiones todavía hirviendo en la cabeza, hace pocos días vi “Las sesiones” Basada en textos autobiográficos del poeta y periodista Mark O’Brien, narra la historia de cómo un hombre con tetraplejia inicia a los 38 años de edad su vida sexual con el apoyo de una “terapeuta / sustituta sexual” Como, a pesar de ser práctica habitual en la California de los 50 y 60, sus padres no quisieron ingresarlo en una residencia (la esperanza de vida allí era de 18 meses) Mark hacía vida independiente con asistencia personal en su casa (sí, sí, hace 40 años ya se practicaba estaalternativa a la institucionalización ¡¡)
Esto me llevó a completar las reflexiones antes mencionadas con las siguientes consideraciones:
- No hay atajos. La única manera de tener una vida sexual plena es teniendo una autopercepción positiva y una vida social rica y compleja. A pesar de vivir en su casa, la barrera de un imaginario colectivo que infantiliza y asexúa a las personas con diversidad funcional había sido interiorizada por Mark de tal manera que rechazaba su cuerpo y no tenía muchas relaciones personales. Tal y como proclama la campaña Undressing disabilty, “Disability might not be sexy, but the people with the Disabilities are “
- La medicalización de la vida en general y de la sexualidad en particular es un mal camino. Derecho a la salud sí, reducir la persona a la condición de paciente y convertir su vida en un tratamiento no. Las causas de la exclusión sexual de las personas con diversidad funcional son sociales. Cheryl, la asistente / sustituta sexual, se ve desbordada por una realidad que no es médica ni medicalizable
- Hacer vida independiente autogestionando asistencia no garantiza una vida sexual plena, pero da oportunidades y posibilidades. El proceso de crecimiento personal y de autoaprendizaje de Mark a la hora de relacionarse con sus asistentes y con otras personas resulta ilustrativo.
- La figura del asistente / sustituto / acompañante sexual puede ser un apoyo fundamental para el bienestar físico y emocional de las personas que no tienen acceso a su propio cuerpo y no se pueden masturbar por ellas mismas. Se debe regular y garantizar como derecho
- En todo lo que va más allá de las tareas de masturbar a quien no puede hacerlo por sí mismo y / o facilitar las relaciones sexuales con otras personas, el debate sobre la asistencia sexual está abierto. En mi opinión, se debería incorporar al debate general sobre la prostitución
- Quien sea favorable a la regulación de la prostitución puede encontrar en el ámbito de la diversidad funcional argumentos y experiencias de sus beneficios extensibles al conjunto de la población. Quien esté por la abolición de la prostitución, puede incorporar la realidad de la diversidad funcional al proceso de construir una sexualidad humana general suficientemente rica y positivamente apreciadora de la diferencia como para eliminar la demanda de servicios sexuales más allá de la represión policial.
La sexualidad, como expresión intensa de la vida, pone de manifiesto el carácter “ptolomeico” de figuras más pensadas para sobrevivir que para vivir y que asumen el sacrificio de la libertad en nombre de una cierta idea de la protección, como las residencias y la incapacitación jurídica. El giro copernicano que necesitamos en el imaginario colectivo de la realidad de la diversidad funcional nos llevará a una sociedad más humana y más justa para el conjunto de la población. Es un camino largo, complejo y apasionante, pero de momento, si usted -a diferencia de quien escribe estas líneas- aún no tiene diversidad funcional, quédese con una idea muy simple: yes, we fuck ¡¡
Autor: Antonio Centeno.